Habíamos escuchado las excusas. En una presentación del informe Trànsit Rosa Almirall dijo que no tenían tiempo de analizar datos porque su prioridad eran los pacientes. Ni un mes más tarde presentaba un estudio que sí le dio tiempo de hacer en la conferencia Prisma, una encuesta de satisfacción que se iba a publicar «pronto». Han pasado dos años y la encuesta sigue sin aparecer, pero al menos han hecho algo. Solo que no es algo bien hecho. Para ser justos, solo llevan trabajando desde 2012 y realmente 12 años no dan para nada.

El estudio está en su nueva página web, y la única autora es Rosa Almirall, aunque otras personas aparecen como colaboradoras. Me guardo para otro día el análisis de los datos. En este estudio son algo secundario, como demuestra su pobreza. Las tablas se limitan a enumerar cuántos pacientes pasaron por la consulta por primera vez, dejando de lado cualquier pretensión de informar sobre su estado de salud antes, durante y después del tratamiento, o sobre los tratamientos en sí. Sabemos cuántas personas han entrado, pero lo que pasa en la consulta sigue siendo un misterio.
Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia
El objetivo real es hacer un cambio de discurso, presentar un nuevo Trànsit lavado de cara, más moderado y en línea con otros servicios de salud pública. «En este documento no se niega la configuración biológica del sexo», nos tranquilizan desde el principio, si bien insisten en que es «el resultado de agrupar múltiples dimensiones en una única categorías social.» Donde antes se erigían en pioneros de un servicio médico único en el mundo, ahora se refugian en un intento de normalidad, equiparando sus datos a los de otros países occidentales.
Lejos queda aquella entrevista de Almirall, contando con pelos y señales cómo le explicó a un niño de 5 años que si se hacía una penectomía demasiado pronto no iba a poder hacerse una vaginoplastia más adelante. En el nuevo Trànsit prometen que «a estas edades [menores de 10 años] solo se atienden progenitores o tutores legales, no se visitan los infantes.»
«El partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia 4 años antes», escribió Orwell en 1984. Y por mucho que intenten borrar sus huellas la evidencia está ahí. Almirall figura como autora en el informe de Garaizábal y participa en las asambleas de Transforma la Salut, que también hizo su propio informe. Los dos dicen que todos los pacientes que pidieron hormonas las recibieron, la mayoría en su primera visita. Pero esto pertenece al antiguo Trànsit, el que presumía de haber sido un chiringuito inventado por una ginecóloga visionaria en un vacío legal. Ahora, los informes de los que antes estaban orgullosos no aparecen en las referencias del estudio. El Partido dice que nunca existieron.
El análisis no incluye a ningún paciente atendido atendido antes de 2017. La excusa es que entre 2012 y 2016, «la mayoría de personas trans* se atendían en la Unidad de Trastornos de la Identidad de Género (UTIG) del Hospital Clínic». Este tema ya salió el año pasado en una reunión de la comisión de seguimiento. Entonces dijeron que Trànsit no debería publicar esos datos «porque la Unidad tenía una situación de alegalidad y los datos, por tanto, no son comparables».
El estudio también excluye a un número indeterminado de personas visitadas en las unidades de Terrassa, Cataluña Central y Olot (esta última no aparece en la web oficial), supuestamente porque usan un sistema de registro diferente, así como a las personas intersexuales, travestis, que no se identifican como trans o que están «en proceso» (25 en total), aunque en varios gráficos aparecen personas «en proceso.»
En lo que respecta a las consecuencias de los tratamientos, el único dato importante es la satisfacción personal, que medirán con un cuestionario «que se está validando» (el que presentaron en la conferencia Prisma) y que publicarán algún día. Esperemos que tarden menos de 12 años.
De hombres adultos a chicas adolescentes
La introducción dice que Trànsit se compone de «profesionales del trabajo social, de ginecología, de medicina familiar y comunitaria, y de psicología, y con matronas y administrativos/agentes de salud». No es nada nuevo que «agentes de salud» significa transactivistas como Lina Mulero, que también está en Transforma la Salut y Kasa Trans. Sí es novedad que reconozcan tan abiertamente que no tienen endocrinólogos. Aunque desde la comisión de seguimiento quieren hacer un nuevo modelo de atención que «arregle» el asunto de los menores, el estudio vuelve a enlazar al mismo modelo de 2017. Y ahí está muy claro: todos los tratamientos hormonales a menores los debe indicar un pediatra endocrinólogo.
Pero la guinda en el pastel es que acaban de confirmar las conclusiones del otro Informe Trànsit, el que intentaron silenciar con manifestaciones y acoso violento. Porque, según el nuevo y no-tránsfobo informe Trànsit, el mayor aumento de pacientes se dio en el grupo de 10 a 18 años, y el 65% de esas personas eran «hombres trans». Es decir, chicas adolescentes.

¿Debería preocuparnos el aumento de personas en el servicio Trànsit? La respuesta de Almirall es que no, por dos sencillos motivos. Primero, este aumento se ha visto en todos los países «con leyes que protegen los derechos humanos». Segundo, porque los casi 5000 pacientes de Trànsit son un porcentaje ínfimo de la población. Este último argumento es especialmente irónico, como si tuviéramos que ser indiferentes a los problemas de las minorías
Especialmente indiferentes debería dejarnos el exceso de chicas adolescentes, que no es tal y no tiene nada que ver con el machismo imperante. El problema real es la falta de chicos. Ellos sí sufren. «La expresión de género femenina en personas asignadas como niños se rectifica en nuestra sociedad con mucha más contundencia, y a veces hasta con violencia, desde edades mucho más tempranas que la expresión de género masculina en las personas asignadas como niñas», argumenta el estudio.
«En Trànsit celebraríamos una sociedad en la que las personas trans* no necesitaran un servicio de salud para poder ser quienes son,» dice al final de la discusión, usando una tautología digna de Irene Montero. En esta sociedad ideal, los genitales, pechos, y caracteres sexuales no serían femeninos ni masculinos. Los «cuerpos no normativos» (entiendo que se refiere a personas) serían «visibilizados, respetados y celebrados.» Hasta que lleguemos a esa utopía, concluye, Trànsit será necesario.